domingo, 18 de enero de 2015

La Universidad que dejó de serlo

La Universidad. Fuente de fuentes del saber, paladín del conocimiento, justo verdugo de paradigmas incuestionables que dejaron de serlo.

La Universidad ha sido durante siglos, para la sociedad occidental, el gran motor del desarrollo y la evolución, el eterno enemigo de la tiranía y la peligrosa razón de Estado, la luz que hace retroceder a la oscuridad de la ignorancia para crear una sociedad mejor y más justa. En fin, el alma mater que engendra y transforma al hombre por obra de la ciencia y el saber.


Para alguien que ha pasado cuatro años entre sus aulas, que a día de hoy continúa frecuentándolas estudiando un máster, hoy es un día triste. Hoy, el Gobierno se pronuncia sobra la última fase del llamado "Plan Bolonia": la reducción de las carreras universitarias (muy contadas excepciones aparte, como en el caso de Medicina) a tres años.

Se trata, argumentan desde Moncloa, de homologar la situación española con la de nuestros pares en Europa; Francia, Italia o el Reino Unido ya aplican la citada reducción, que se verá acompañada de dos años de máster. Compruebo con lástima lo que sabemos todos: que en España, para muchos, imitar al resto de Europa sin cuestionar lo imitado sigue siendo considerado algo inteligente y sensato, algo moderno y siempre positivo.

Es una visión francamente estúpida: ni en España se hace todo peor, ni en el resto de Europa mejor. Tenemos muchas cosas que aprender de nuestros colegas europeos, pero también muchas otras que dejar de aprender. Es una de las grandes lecciones que me llevo de mi año en Inglaterra, una que no olvidaré jamás.

No seré yo quien reniegue del estudio de las prácticas de nuestros compañeros europeos, ni el que proponga dejar de observarles y aprender de sus éxitos cuando se produzcan. De hecho, me considero un férreo defensor de muchas medidas observadas en el Derecho comparado Europeo. Con lo que no puedo comulgar es con la ciega y acrítica aceptación de la legislación de nuestros compañeros de continente, provista también -como los humanos de los que proviene- de manifiestos deslices y errores.

En Inglaterra observé con sorpresa cómo la carrera de Derecho se estudiaba en tres años. Sin embargo, lo que me resultó verdaderamente increíble fue la manera en que se conseguía reducir una carrera tan amplia al corto plazo de tres años; literalmente: cortándola en pedacitos y repartiéndolos entre los distintos estudiantes. Con un primer curso en que se estudian asignaturas básicas como Derecho Constitucional y Obligaciones y Contratos, seguidos de otras como Derecho de la Unión Europea en segundo, el resto de las asignaturas de esos tres años se eligen entre los estudiantes, reduciendo el espectro del conocimiento de la ley para concentrase en el estudio de un área concreta. Esto no se producía, como en la adaptación de Bolonia en España, en el cuarto año de carrera (una vez estudiada en los tres años anteriores -si bien mal distribuida- una gran base de conocimiento, unos cimientos sólidos sobre los que posar un conocimiento concreto posterior) sino desde el inicio de la misma. 

Así, asistí al triste espectáculo de ver a alumnos de Derecho obtener un título de graduado universitario sin conocer las bases del Derecho Internacional Público, el Derecho Penal y su aplicación, o el Derecho Mercantil. Se trata de áreas de gran relevancia para el ordenamiento jurídico, con las que todo jurista debería de haber tenido un contacto previo a una posterior y necesaria especialización. Pues bien, en Inglaterra el estudiante de Derecho debe renunciar a varias de ellas en pos de una especialización prematura, sin saber muchas veces ni en qué consisten.

Se trata, en último término, de la profesionalización de la Universidad. Si la Universidad se entiende exclusivamente como un medio de preparar futuros profesionales a insertar en correspondiente sector del mercado laboral, este es, sin duda alguna, el modelo ideal. Superespecialización para compartimentalizar las tareas, dinamizar la empresa y rebajar costes, pero financiada (en el caso del sistema universitario español) con cargo al Estado. Un chollo.

No obstante, para los que entendemos la Universidad como un oasis del saber en un mundo de ignorancia, como el lugar donde formar a mejores ciudadanos que mediante un amplio saber de sus ramas de conocimiento contribuyan a alcanzar las metas de la sociedad, como, en fin, lo que siempre ha sido y nunca debería dejar de ser, esta reforma promete convertirse en un agigantado paso hacia atrás: un paso hacia una Universidad que dejó de serlo.