martes, 9 de febrero de 2016

Inestabilidad u Oportunidad

Mucho se ha hablado esta semana sobre el documento marco para un posible pacto de investidura que ha difundido el Partido Socialista. Los medios reflejaban conclusiones dispares sobre el documento, Podemos afirmaba que se parecía mucho a su programa, Ciudadanos parecía ver con buenos ojos gran parte de la propuesta y desde el PP lo tildaban de “retorno al más puro estilo zapateril”.  Pues bien, ¿es esto último cierto?

Ciertamente no pueden negarse ciertos trazos evidentes de “zapaterismo” en el documento, como la voluntad de incidir en la paridad de género mediante leyes de discriminación positiva, la intención de impulsar la Ley de Memoria histórica o la propuesta relativa a una potencial subida del salario mínimo interprofesional (hablamos de zapaterismo téorico, claro está).

Sin embargo, lo que en ocasiones se vislumbra como un documento de gobierno "por y para" la izquierda tradicional goza, en mi opinión, de considerables luces que es de justicia destacar. Eliminación de aforamientos, primarias obligatorias, impulsar la Iniciativa Legislativa Popular, dos tercios de la cámara para el nombramiento del Presidente de RTVE, regular la celebración de debates electorales, garantizar una mayor independencia de la CNMC y la CNMV, allanar el terreno a un gran pacto nacional por la educación y por la ciencia, eliminar las tasas judiciales para PYMES, establecer 5 años de incompatibilidad tras el ejercicio de altos cargos para evitar las llamadas puertas giratorias, prohibición del indulto en delitos por corrupción política, revisión al alza de las penas por delitos de corrupción…

Sin duda gran parte de las propuestas pueden quedarse finalmente en un sonado brindis al sol, y por otra parte se echan de menos muchas otras reformas importantes (despolitización de la Justicia, el Tribunal Constitucional o el Tribunal de Cuentas, responsabilidad civil subsidiria de los partidos políticos, despolitización de la Fiscalía General del Estado, aumento de los plazos de prescripción de los delitos por corrupción política, regulación estricta de las primarias, entre muchas otras). No obstante, creo que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que poco hay de zapateril en muchas de las concesiones del documento; José Luis Rodríguez Zapatero gobernó una España bipartidista que, probablemente lo único en lo que parecen coincidir los analistas políticos, podemos dar por enterrada desde el pasado 20 D. Un país donde los dos grandes partidos podían reprocharse en público y repartirse los jueces, las cajas y las televisiones en privado, donde la voz de la ciudadanía era sin duda menos importante, ahogada en un eterno turnismo en el que no hacía falta tener programa o un plan de país, sino sentarse a esperar con paciencia a que el devenir de los acontecimientos determinara el cambio de gobierno...

Supongo que muchas cosas han cambiado en España, aunque aún no terminemos de acostumbrarnos, para que determinadas concesiones a la ciudadanía se acepten por parte del Partido Socialista Obrero Español -otrora bastión del bipartidismo más férreo-.  Algunos idealistas y románticos de la política podrán preguntarse si Pedro Sánchez y su equipo verdaderamente creen en unas propuestas que su partido ha rehuido durante lustros. En palabras de Cicerón, sin duda esto sería así en la República de Platón. Como el antiguo orador,  considero que en el mundo real vivimos lejos de dicha res publica idealizada, instaurados más bien “en los barros de Roma”. Con convencimiento o sin él, lo cierto es que las cosas empiezan a cambiar.

En efecto, a veces las reformas en política no vienen de la mano de un cambio de gobierno, o de sistema de partidos, sino del riesgo -aparente o real- de que dicho cambio se produzca. En otras palabras, la irrupción de los emergentes en el Parlamento puede no haber sido tan arrolladora como algunos esperaban, pero ya está obligando a un en otro tiempo todopoderoso bipartidismo a proponer cambios relevantes, aunque sólo sea en la aplicación más esencial de la teoría de la evolución: adaptarse o morir.

Alguien escribió una vez durante la pasada legislatura, lamentando la decadencia democrática de nuestro país, que PP y PSOE no renunciaban a las desmedidas estructuras de poder en torno al bipartidismo por una sencilla razón: porque podían. Creo que no es descabellado sugerir que quizá ya "no puedan". En este nuevo contexto político ya no es suficiente con que falle el otro para gobernar, ni siquiera es suficiente ganar las elecciones, como estas semanas digiere con dolor el Partido Popular.

Algunos ven con temor la “inestabilidad” surgida del pasado 20 de diciembre. Sin embargo, soy de los que creen que si enterramos el debate por posiciones, sustituyéndolo por el debate de ideas, si los partidos están a la altura y demuestran ser capaces de exhibir sentido de Estado, de buscar los puntos de encuentro y no las diferencias irreconciliables, podemos estar ante una oportunidad única de reformar nuestro marco institucional, de adaptarlo y volver a anudar los lazos que nunca debieron romperse entre representantes y representados. Si todo ello ocurre, sólo entonces, podremos hablar de una verdadera Segunda Transición.