viernes, 22 de mayo de 2015

Seis Reflexiones para un Día de Reflexión

1. Tu voto es tuyo.
Nadie debería decirnos lo que tenemos que votar.  Algunos lo sugerirán –incluido yo-, como es natural, pero al final cada uno tiene que tomar su decisión. Hay que informarse, preguntar, escuchar y decidir en consecuencia. Y sobretodo, hay que tener cuidado con buscar la verdad en titulares de prensa o en el Twitter, que actualmente son el formato perfecto para las verdades a medias.

2. Existen nuevas alternativas.
Desde hace unos cuantos años nos quejamos de que el bipartidismo imperante se ha alejado de la ciudadanía a la que debía representar. De que, cuando toca decidir entre el interés general y el personal o partidario, el primero queda relegado en favor de los últimos. Hoy, por fin, aparecen nuevas opciones de voto. Sin embargo, la gran novedad no es esa, sino el hecho de que las mismas aspiran a poder convertirse en gobiernos y, cuando menos, en llaves de paso para la gobernabilidad por un bipartidismo decadente. 

Es algo insólito. Por primera vez en varios años no hace falta ir a votar tapándose la nariz, hay opciones. Y lo que es más importante: hay opciones con opciones. Personalmente creo que no hay nada de malo en optar por algo distinto cuando lo que ves no funciona. Conceder el beneficio de la duda, en ocasiones, es el único modo de progresar.


3. La memoria de los españoles.
Los españoles, se suele afirmar, somos un pueblo sin memoria. Muy conveniente para el mal político. Todos los errores, contradicciones, fracasos, toda esa condescendencia y el ignorar a la ciudadanía se desvanece como una ilusión ante la campaña electoral. Los candidatos sonríen, posan, bailan, se visten de tradición y hasta montan en bicicleta. Se bajan los impuestos, se suben las partidas, se proponen "medidas estrella" y se prometen ayudas, incentivos, apoyos, rebajas... Es decir, se compran votos con el dinero de todos. No los paga la señora Cifuentes ni el señor Gabilondo, no los paga sin duda el señor Montoro o la Santísima Trinidad, ni muchísimo menos Mariano Rajoy. Los paga la clase media española con unos impuestos escandalosamente elevados, primordialmente invertidos en sostener una marabunta de organismos en los que colocar a amigos y benefactores. ¡Cuatro veces más políticos per cápita que Alemania!

Se inventan eslóganes y se cantan canciones, se prometen obras faraónicas y AVEs hasta la puerta de tu casa. Y todo es maravilloso.


Después viene el primer año de gobierno, y la conocida desilusión y frustración inherentes. "Son todos iguales, y siempre va a ser así. Y sin embargo, cuando aparecieron otros nuevos y prometieron cambiarlo, con medidas concretas y sin declaraciones grandilocuentes, seguí votando a los de siempre. Y sin embargo, cuando dentro de cuatro años vuelvan las trompetas, las maracas, las sonrisas y los carteles… volveré a votar a los de siempre. Y seguirán siendo todos igual, siempre igual. Triste vida."


4. No se puede esperar un resultado diferente de un comportamiento similar.
Decía Albert Einstein que sólo un loco pretende, haciendo siempre lo mismo, obtener resultados diferentes. Si no nos gusta que el PP o el PSOE sean un nido de corrupción donde no se toman medidas serias contra la misma, que elaboren programas que después no llevan a cabo, ¿por qué iban a hacer algo distinto si a pesar de ello siguen ganando elecciones? Si en ambos partidos hay gente válida y con ganas de trabajar por su país, ¿cómo pueden éstos tomar las riendas de los viejos aparatos sin elecciones primarias, listas abiertas, y sin voto de castigo cuando no cumplen? El Partido Popular no sólo ha incumplido el programa económico –lo cual hasta cierto punto podía ser justificable-, sino que también ha incumplido compromisos como reformar la ley electoral, despolitizar el Consejo General del Poder Judicial o acabar con la absoluta falta de medios de la administración de Justicia. Ser de un partido político como de un equipo de fútbol –pase lo que pase- no es cuidar de tu partido. Hay que ser exigente y, cuando se equivoquen, decírselo en las urnas.

5. El voto útil ha dejado de existir.
En el actual escenario “a cuatro”, todo apunta a que nadie va a volver a gobernar con mayoría absoluta en varios años. Ello tiene una consecuencia fundamental: nadie va a aprobar leyes, ni a gobernar, sin pactar en cierto modo. Eso permite que votar a tu opción primordial no implique tirar el voto a la basura, sino darle más fuerza para los pactos a los que será necesario llegar.

6 . No hay que tenerle miedo al nuevo escenario político.
El nuevo escenario arroja cierta incertidumbre en un país que, desde el inicio de la transición, se ha caracterizado por la existencia de gobiernos de grandes mayorías. Aunque ello puede parecer problemático, es de hecho una oportunidad. Se acabó el rodillo de la mayoría absoluta, y las leyes tienen que ser discutidas, mejoradas y enmendadas hasta su aprobación final. En este país, siempre nos ha ido mejor cuando nos hemos puesto de acuerdo buscando lo que nos une en lugar de lo que nos separa, como en la aprobación de la Constitución o en los Pactos de la Moncloa.

Por otra parte, en un modelo con cuatro grandes partidos ya no basta que el partido del Gobierno lo haga mal para ganar unas elecciones. El partido que pretenda gobernar tiene que hacerlo mejor que los demás.