Siempre ha existido un mecanismo para allanar el terreno a todo gobernante mediocre, ruin o despótico: la fabricación de un enemigo. Aunque inmoral y destructivo, el mecanismo no es complejo ni retorcido, sino más bien sencillo, pues apela a uno de los instintos básicos que componen la naturaleza humana, tan primitivo como poderoso: el miedo.
La Historia es el silente testigo del poder del miedo al enemigo. Sólo los persas unían bajo una misma bandera a las siempre enfrentadas polis griegas. Sólo la amenaza almohade reunió en las Navas de Tolosa a los comúnmente enfrentados reyes de Castilla, Navarra y Aragón. Sólo el poderío alemán de comienzos del siglo XX situó a dos generaciones de ingleses y franceses, rivales eternos desde la Guerra de los Cien Años, en el mismo lado de la trinchera. Sólo el temor al dominio espacial soviético llevó a los Estados Unidos, billones de dólares mediante, a enviar un hombre a la luna.
Como vemos, el temor al enemigo común siempre sirvió de argamasa para unir bajo un mismo bando a los otrora enfrentados, pero su utilidad para el gobernante no acaba ahí. También apuntala y consolida todo tipo de liderazgos, por el incuestionable peso del instinto de supervivencia en cualquier relación de prioridades de los humanos. En otras palabras, cuando la solitaria galera tiene en su popa a la flota enemiga, lo habitual es que los remeros prefieran remar a embarcarse en debates sobre el liderazgo del capitán, por errante o injusto que éste sea. Sólo salvado el peligro puede atenderse a otras prioridades, entre las cuales puede estar la destitución del capitán por los graves defectos de su capitanía. Y sin embargo, ¿qué ocurriría si el capitán consiguiera mantener siempre en su popa a la flota enemiga? Casi podría identificarse al enemigo con el mejor aliado del capitán, ¿no es así?
Sólo era cuestión de tiempo que uno de esos "capitanes" de la Historia descubriera el inmenso poder que otorga la existencia de un enemigo perpetuo. O, mejor aún, del mucho más manejable “enemigo fabricado”. En los albores del siglo XX, con el creciente poder de la ciudadanía por el avance de la democracia y la eclosión de los movimientos obreros, el mecanismo se convierte en la excusa perfecta para todo tipo de regímenes represivos o totalitarios, siempre opuestos a las incipientes democracias con sus derechos de la minoría y su separación de poderes. ¿Cómo retirar felizmente al pueblo sus derechos democráticos? ¿Cómo eliminar los límites al poder en beneficio de todos? Los nacionalsocialistas, fascistas y comunistas lo tuvieron claro desde el comienzo: miedo, miedo y más miedo al enemigo a derrotar. ¿Y si no existe ese enemigo? Conviene crearlo cuanto antes.
El poder del recurso al enemigo como auto-justificación es sin duda inmenso. No en vano, en su novela “1984” Orwell esbozaba como uno de los elementos centrales del poder totalitario de “Oceanía” el permanente estado de guerra con “Eurasia” y “Asia Oriental”. Uno de los pilares del edificio totalitario sin el cual el mismo se desmoronaría inevitablemente.
En Democracia, el mecanismo es también extremadamente útil, pues reduce tanto el volumen como la intensidad del cuestionamiento del gobernante, cuya popularidad es esencial para revalidar el poder tras las elecciones. La sana tendencia a la crítica “racional” de la acción de gobierno se ve mitigada por el impulso “emocional” de apoyar al mismo, de "cerrar filas", ante la presencia del enemigo. Un chaleco salvavidas de incalculable valor para aquellos gobernantes cuya mediocridad, falsedad o despotismo les llevaría de otro modo a ser engullidos por las aguas de la responsabilidad política en futuros procesos electorales.
Estos días se denuncia por muchos españoles de todas las ideologías una creciente y preocupante polarización de la sociedad española. ¿Se han preguntado alguna vez cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Creen que es casualidad?
La emergencia de Vox en las elecciones andaluzas de 2018 proporcionó la excusa perfecta para un nuevo relato a un Pedro Sánchez sin discurso, atornillado por meses al poder tras incumplir su palabra, empeñada en la moción de censura, de convocar a las urnas a los españoles. La manifestación de Colón en febrero de 2019, que mostraba la indignación ciudadana con la apertura, por un Gobierno sin legitimidad en las urnas, de un proceso de blanqueamiento de los instigadores del recientísimo intento de golpe a la Constitución en Cataluña se recondujo sin escrúpulos, por Sánchez y sus esbirros mediáticos, a una “conspiración” por parte de una “derecha antidemocrática” y con anhelos franquistas. El enemigo recién fabricado ya estaba ahí.
La emergencia de Vox en las elecciones andaluzas de 2018 proporcionó la excusa perfecta para un nuevo relato a un Pedro Sánchez sin discurso, atornillado por meses al poder tras incumplir su palabra, empeñada en la moción de censura, de convocar a las urnas a los españoles. La manifestación de Colón en febrero de 2019, que mostraba la indignación ciudadana con la apertura, por un Gobierno sin legitimidad en las urnas, de un proceso de blanqueamiento de los instigadores del recientísimo intento de golpe a la Constitución en Cataluña se recondujo sin escrúpulos, por Sánchez y sus esbirros mediáticos, a una “conspiración” por parte de una “derecha antidemocrática” y con anhelos franquistas. El enemigo recién fabricado ya estaba ahí.
Por si el carácter forzado de dicho relato levantaba suspicacias, para avivar la lumbre del relato la prioridad del Gobierno socialista se convirtió, en un momento tan delicado para España, en exhumar al dictador Franco del Valle de los Caídos por la inconstitucional vía del Decreto-ley. La guinda de un proceso de fabricación del enemigo tristemente exitoso, en el cual tres elementos terminaron de apuntalar el relato.
El primero fue la reticencia de los grupos de la oposición a apoyar con aplausos el tratamiento unilateral por el Gobierno con menor apoyo parlamentario de la democracia de una cuestión tan sensible (contrario, por cierto, a las exigencias que el Congreso, con apoyo del grupo socialista, había aprobado al respecto en 2017[1]). Para mayor gravedad, a través de una vía inconstitucional como el uso del decreto-ley sin extraordinaria y urgente necesidad[2]. Una reticencia a la que la Vicepresidenta Calvo, en lo que es ciertamente imperdonable para una “doctora” en Derecho constitucional, contestó con un argumento tan envenenado como falso: “quien no está de acuerdo con las formas no está de acuerdo con el fondo”.
El segundo fue la esperable oposición de la familia del dictador al espectáculo de bombo y platillo organizado por el Gobierno en torno a la exhumación del cuerpo de su pariente, plato principal del relato en construcción... ¡Los franquistas existían!
El tercero fue la previsible elevación de tono y apoyos que tal actuación unilateral por parte el gobierno generaría en torno a Vox, segundo gran beneficiado por la polarización y ahora tercer partido político del Congreso. Un partido respecto del cual, sin despertarme simpatía su discurso populista, patriotero (que no patriótico), oportunista y en muchas ocasiones altisonante, es justo reconocer que cualquier observador mínimamente objetivo no detectaría programa anti-democrático alguno, mucho menos en comparativa con su homólogo a la izquierda del Gobierno, liderado por reconocidos admiradores (e incluso asesores) de dictaduras izquierdistas con regresiones democráticas severas y centenares de muertos en su haber.
Creado el enemigo, todo le era ya perdonable, por su electorado, a Sánchez, reconvertido en capitán de una galera llamada España perseguida por la flota franquista. Todo. Incluyendo su objetiva e incuestionable condición de mentiroso patológico (ahí está le hemeroteca), sus pactos con partidos liderados por señores fugados o encarcelados por su golpe contra la Constitución hace tan solo unos meses, su abandono de la Cataluña constitucional, la entronización de Pablo Iglesias en el Gobierno de España, la mediocridad de sus ministros o los escándalos protagonizados por los mismos (qué lejos queda la dimisión forzada de Maxim Huerta), su nefasta gestión de la crisis del COVID-19 -los datos son objetivos y están a la vista- y, muy especialmente, su permanente, continuado y antidemocrático asedio a la independencia de las instituciones y la separación de poderes sin la cual no puede existir democracia.
Como ejemplos de lo último (podría citar muchos más) un CIS dirigido y permanentemente manipulado por un hombre de su confianza (José Félix Tezanos); una RTVE que, debiendo ser plural y regirse a través de un Consejo de Administración de elección parlamentaria -no sólo por ética sino por mandato de la ley que Sánchez promovió desde la oposición-[3], lleva casi dos años en manos de una administradora única provisional (Rosa María Mateo) nombrada a dedo y que purga sin descanso a los elementos incómodos para el relato del Gobierno; una Abogacía del Estado que cesó fulminantemente al Abogado del Estado -Edmundo Bal- que se negó a suprimir del relato de los hechos del juicio del procés una violencia que finalmente quedaría como hecho probado en la Sentencia firme del Tribunal Supremo; una Fiscalía General del Estado dirigida por su inmediatamente ex Ministra de Justicia; el cese del Coronel Pérez de los Cobos de la Guardia Civil por no exigir a la policía judicial que revelara, prevaricando, el contenido de investigaciones judiciales en curso que comprometían al Gobierno[4]; el ilimitado y permanente abuso del excepcional decreto-ley (hurtando su función legislativa al Parlamento), revolucionando los abusos inconstitucionales ya conocidos para utilizarlo como medio de campaña partidista (infringiendo la Ley electoral), para incluir a Iglesias en la comisión delegada del CNI con excusa en un decreto económico relativo al COVID-19[5] o, incluso, para reformar el funcionamiento del Poder Judicial, contraviniendo de forma aún más categórica la Constitución…[6]
Todo ello, pretenden, será “perdonable” por un electorado manipulado hasta ser convencido, a través de una perversa campaña perfectamente orquestada por su gurú (Iván Redondo), de que no existe alternativa a un Presidente despótico, mentiroso y que todos los días erosione la separación de poderes. Y no existe alternativa pues, conforme a su relato, del otro lado espera, sediento de revancha, un bloque “franquista” retrógrado y antidemocrático que, en palabras vertidas ayer por el Vicepresidente Iglesias -dirigidas a implosionar la llamada Comisión para la Reconstrucción- “quiere dar un golpe de Estado pero no se atreve” (qué convenientemente elige siempre Iglesias el momento de proferir este tipo de acusaciones en sede parlamentaria, para escudarse en la inmunidad parlamentaria -¿se acuerdan de la “cal viva”?-).
Por tanto, una “conveniente” flota franquista a la popa de la galera del capitán Sánchez, que nos invita a remar a todos con él con la vista puesta en el peligroso enemigo, pero no en los latigazos que desde el castillo de popa dirige contra cualquiera que se entrometa en su deseo de aplastar toda resistencia institucional y enterrar la separación de poderes en España. A cualquier coste.
Naturalmente el otro beneficiado del proceso de polarización es Vox, partido al que, sin poder achacársele los abusos que desde el poder acomete todos los días el “capitán” Sánchez, sin duda beneficia la nada desdeñable y crecientemente indignada porción del electorado conservador que está dispuesta a entregar la solución al que más grite.
Así pues, inaugurada la década caminamos todos progresivamente, siguiendo el nada alentador sendero que acabo de describir, hacia una vieja España compuesta por dos Españas azuzadas la una frente a la otra para tapar la incompetencia de sus gobernantes. La convivencia de la ciudadanía, la responsabilidad política de nuestros gobernantes por sus fracasos, el progreso de nuestra sociedad, sacrificados todos en el altar de un guerracivilismo que, como una oscura tormenta que creíamos haber dejado atrás, vuelve con truenos y relámpagos con la promesa de abocarnos nuevamente al fracaso colectivo.
¿Es este nuestro destino? ¿No existe una tercera España? Como ciudadano y demócrata, como español nacido en el más afortunado momento de nuestra historia, me niego a seguir la senda que nos proponen. ¿Y si otra España es posible? Claro que lo es. Más difícil fue tejer el gran acuerdo de la Transición, el más brillante momento de nuestra historia política, que no tirarla ahora por la borda.
¿Es este nuestro destino? ¿No existe una tercera España? Como ciudadano y demócrata, como español nacido en el más afortunado momento de nuestra historia, me niego a seguir la senda que nos proponen. ¿Y si otra España es posible? Claro que lo es. Más difícil fue tejer el gran acuerdo de la Transición, el más brillante momento de nuestra historia política, que no tirarla ahora por la borda.
Tan sólo es preciso que nos sacudamos el yugo político que han pretendido colocarnos aquellos gobernantes mediocres que buscan enterrar sus flaquezas exacerbando la división de la ciudadanía, que rechacemos el frentismo artificialmente impuesto, juzgando a todos nuestros políticos por sus actos y no por los bloques imaginarios en que pretenden colocarnos, reduciéndonos a "tribus" domesticadas y acríticas que, azuzadas artificialmente contra los de enfrente, respaldan a su líder bajo cualquier circunstancia.
España está repleta de personas honestas, preparadas y justas a lo largo del espectro político, personas pertenecientes a un gran centro político en que convergemos la abrumadora mayoría de españoles. ¿Y si apostamos por alguno de ellos, rechazando a los mediocres que nos mienten, que pretenden manipularnos y volvernos a los unos contra los otros? ¿Y si derribamos el muro artificial que, como en Berlín, se ha venido construyendo en los últimos años entre nosotros? ¿Y si descubrimos que no hay flota enemiga, que somos todos compatriotas, y destituimos al capitán? Estamos a tiempo, y el futuro está en nuestras manos.
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[2] Art. 86 CE.
[3] Ley 5/2017, de 29 de septiembre, por la que se modifica la Ley 17/2006, de 5 de junio, de la radio y la televisión de titularidad estatal, para recuperar la independencia de la Corporación RTVE y el pluralismo en la elección parlamentaria de sus órganos.
[5] Disposición Final Segunda del Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19.
[6] Real Decreto-ley 16/2020, de 28 de abril, de medidas procesales y organizativas para hacer frente al COVID-19 en el ámbito de la Administración de Justicia.
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